En el azur de abril, en el gris del otoño,
Los árboles poseen una gracia inquietante.
El álamo en el viento se retuerce y se pliega
Cual cuerpos de mujer trémulos de deseo.
Su gracia es un desmayo de carne abandonada
Y murmura su fronda, al soñar se estremece,
Se inclina, enamorada de las rosas del Este.
Lleva el olmo en su frente una corona pálida.
Revestido de claro de luna plateado,
El abedul deshila su cambiante marfil
Y plasma palideces en las sombras inciertas.
El tilo huele a ásperas y oscuras cabelleras.
Y desde las acacias de lejana verdura
Divinamente cae la nieve del perfume.
No hay comentarios:
Publicar un comentario