martes, 19 de mayo de 2009
LA OFRENDA
LA OFRENDA
Para probar que aun más que a mí misma la amo,
A la mujer que quiero le ofreceré mis ojos. Le diré en tono tierno, jubiloso y humilde:
-He aquí, amada mía, la ofrenda de mis ojos. Te entregaré mis ojos que tantas cosas vieron.
Tantísimos crepúsculos, tanto mar, tantas rosas. Estos ojos -los míos- se posaron antaño
En el altar terrible de la remota Eleusis, En la belleza sacra y pagana de Sevilla,
En la Arabia indolente y en sus mil caravanas. Vi Granada, cautiva vana de sus grandezas
Muertas entre cantares y perfumes muy densos. La pálida Venecia, Dogaresa muriente,
Y Florencia que fuera la maestra de Dante. La Hélade y sus ecos de un llanto de siringa
Y Egipto acurrucado frente a la gran Esfinge. Junto a las olas sordas que sosiega la noche
Vi tupidos vergeles, orgullo en Mitilene. He visto islas de oro en templos perfumados,
Y ese Yeddo y sus frágiles voces de japonesas. Al azar de los climas, las corrientes, las zonas
Incluso vi la China y sus rostros amarillos. He visto islas de oro donde el aire se endulza
Y sagrados estanques en los templos hindúes, Templos donde perduran inútiles saberes...
¡Te regalo, mi Amada, todo lo que he mirado! Y regreso trayéndote cielos grises y alegres,
A ti que te amo tanto, la ofrenda de mis ojos.
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